domingo, 2 de agosto de 2009

El Gran Incendio - (Cuento)

La motivación de los alumnos del profesor Ambrosio Gracia se encontraba en su punto más alto; no era usual que un padre de familia, y menos un abuelito, visitase la clase; el anciano entró saludando a los jóvenes con un “Buenos días mis hijos”, al tiempo que sonreía; este solo hecho, transmitió un poco de calidez a los intrigados discípulos, quienes entre murmullos se decían unos a otros: “Se parece al profe pero mas viejo”, “De seguro es familiar”; pero el profesor Ambrosio se anticipó a decirles:
-Buenos mis queridos estudiantes, para la clase de hoy he invitado a una persona de mis afectos. Permítanme presentarle al Señor Fernelis Gracia, quien nos va narrar una historia.
-profe, ¿El señor es su papá? Preguntó Marielita la más pequeña y tierna de la clase.
-Si Marielita, contestó el profesor Ambrosio con un gesto de orgullo
-O sea que usted, dentro de algunos años, ¿Se va a ver como él ahora?
-Posiblemente, puesto que ya hoy me veo como él se veía hace 43 años
-AAH si no me equivoco, cuando usted nació su papá tenía 35 años…
-No Marielita, no te equivocas y te felicito por tu habilidad para procesar estos cálculos matemáticos y tu buena memoria
- Si profe yo recuerdo que el mes pasado celebramos aquí mismo sus 43 años, usted dijo con mucho orgullo que había nacido en el año 1965, un año antes del Gran Incendio de la ciudad
-Precisamente sobre ese gran suceso es que nos va a hacer la narración nuestro honorable invitado de hoy. Mucha atención y tomen sus apuntes porque de esta historia deberán surgir los mejores cuentos que ustedes narrarán, y deberán poner en práctica lo visto en clase; recuerden que un cuento es una narración breve que lleva un inicio, nudo y desenlace; y no olviden el carácter unilineal del cuento.
- O sea profe que de esta historia ¿Vamos a escribir los cuentos para participar en el Concurso Nacional?
- Si, y es la nota final del periodo; así que mucha atención y permitamos a nuestro invitado que nos narré la historia.
-Gracias mijo. Dijo en un tono sereno el venerable invitado.
Para empezar quiero que recuerden estas dos sentencias: “No creas todo lo que ves” y “Cree en lo que no ves”; anótenlas en sus cuadernos y ténganlas presentes para desarrollar sus reflexiones y composiciones de clase, puesto que estos son los mensajes que trae la historia…
Era un día de cielo despejado, soleado y muy caluroso como el de hoy, aquel 26 de octubre de 1966. Yo me encontraba a eso de las 5:00 pm, en el puerto esperando con ansiedad la llegada de La Cartagena; así se llamaba la lancha en la cual llegaría mi encomienda que quince días atrás le había encargado al Capitán Álvarez, y la esperaba con ansiedad porque era un remedio para mi pequeño hijo de apenas un año de nacido
-Disculpe Don Fernelis, ¿Ese niño era mi profe Ambrosio verdad?
Preguntó con ansiedad Marielita interrumpiendo la narración, ante lo cual los demás compañeros le gritaron “Mariela callate, dejá oír”
-Si Marielita. Contestó El Señor Fernelis
Con una tranquilidad propia de los viejos, quienes no tienen afán porque no desean, realmente, llegar (En contraste con el ímpetu de la juventud)
-Pero tranquilos, tomen sus apuntes y escriban las preguntas que al final del relato, con mucho gusto las atenderé
-¿Hay tiempo?
-Claro que sí, hoy tenemos 2 horas de clase y si es necesario, le pedimos prestada una hora al profesor de matemáticas. Argumentó el profesor Ambrosio
-Bueno como les venía diciendo, me encontraba yo en el puerto esperando la llegada de La Cartagena que era una de las 3 lanchas que traían el comercio a esta ciudad, las otras dos eran La Bolívar y La Lorica. Para aquella época no existía carretera, y nuestra única vía de transporte era el río Atrato. También es importante que sepan que las casas estaban construidas en madera pero muy bonitas, solamente había 2 casas construidas en concreto: una del señor Antún Bechara y un señor apodado El Turco Negro. Una vez recibí la encomienda, me dirigí a mi casa, y en el camino me encontré, una cuadra más abajo, con la profesora Zulia Sánchez, quien salía, como era usual, hacía la iglesia a esa hora; al saludarle le pregunté si ya había terminado el altar a los santos que tenía en su casa, y le recomendé tener mucho cuidado con las velas cuando dejaba la casa sola para ir a la misa, que podría pasar un susto un día cualquiera. Contigua a la casa de la maestra quedaba el local de un gran comerciante con una miscelánea; allí se podía conseguir desde una aguja hasta latas de aceite, manteca, pólvoras y electrodomésticos.
Era cercano a las 6:00 pm, cuando se escucharon los gritos de ¡Incendio!, ¡Incendio!, ¡Se quema el pueblo!, ¡Incendio! Unos corrían para salvar sus cosas, otros para curiosear; pero en poco tiempo la ciudad ardía en llamas; fui testigo de ver a una señora cargar, ella sola, y sin ninguna ayuda, una pesada nevera que un mes antes había comprado y necesitó la ayuda de 4 hombres para moverla, pero durante el susto del incendio, la cargo solita y la sacó de la casa para que no se quemase. El Capitán Pedro Álvarez, vio con impotencia, como llegaban las llamas a su bodega y frente al temor de perder bajo las llamas la mercancía, dio la orden de que la gente sacase lo que pudiese, que era mejor regalarlo que perderlo. Unos sacaban bloques de queso, otras latas de manteca o de aceite o bultos de arroz; pero un joven vio en esta, la oportunidad de hacerse a una radiola y sin pensarlo dos veces, la cargó él solo, pero contó con tan mala suerte que justo en ese momento llega un policía a poner el orden y evitar saqueos, el policía no había escuchado la orden del propietario, y creyendo cumplir con su deber, disparó contra el muchacho, convirtiéndolo en la única víctima mortal durante aquel pavoroso incendio. Y el dato más importante para mí, no me lo contaron, yo lo presencié; cuando sacaron al Seráfico de Asís y lo pasearon por lo que quedaba del pueblo si consumir por las voraces llamas, repentinamente se vino un fuerte aguacero y así se controló el incendio; creo que ahora podrán entender la razón de la devoción de este pueblo hacía su santo patrono San Francisco de Asís al cual con cariño llamamos San Pacho.
En este punto del relato volvió a interrumpir Marielita preguntando:
-¿Por eso fue que nos dijo al inicio “No crean todo lo que ven” y “Crean en lo que no ven”? Se refería al hecho de que el policía mató al muchacho porque lo vio cargando la radiola y creyó que estaba robando ¿Cierto?
-Si Marielita
-¿Y que creamos que fue San pacho quien apagó el incendio?
-Exactamente
-Profe creo que es mejor que vaya pidiendo prestada la hora. Sugirió Marielita
-Este interrogatorio va pa`largo…
- Yo si creo. Contestó el docente y salió presuroso a cumplir el cometido.